Geoffrey Hinton, el “padrino” de la inteligencia artificial, ha lanzado una advertencia que a más de uno le hará replantearse las cosas: la IA puede convertirse en nuestro amo si no hacemos algo ya. Hinton, con un Nobel en la mano y el peso de haber ayudado a construir este monstruo, teme que la tecnología que ayudó a crear nos devore vivos. Y no es por ser catastrofista, pero cuando un tipo como Hinton habla, hay que escuchar. No es un sensacionalista cualquiera, es alguien que ha estado dentro de la bestia.
Es cierto que, como él mismo menciona, la IA ha traído avances maravillosos en medicina y en áreas impensables hace unos años. Nos ha ayudado a descifrar los misterios del ADN, ha sido una aliada poderosa en la ciencia y hasta en el arte. Pero, como buen pesimista realista, Hinton sabe que toda espada tiene dos filos. A la velocidad que vamos, dice, si no frenamos, la IA podría manipularnos, decidir por nosotros y, en el peor de los casos, generar armas autónomas que no respondan a nadie. Y no, esto no es el guion de una película de ciencia ficción barata.
Hinton sabe que la inteligencia artificial no es más que una herramienta, pero el problema no es la IA en sí, sino los humanos detrás de ella. Empresas como Google y Microsoft están metidas en una carrera sin frenos, con la competencia pisándoles los talones. ¿Qué pasa cuando dejamos la ética en segundo plano para ser los primeros en sacar la próxima gran novedad? Pues, nada bueno, según Hinton. En este mundo capitalista que corre con la lengua afuera, es difícil que alguien pare y se pregunte: ¿qué estamos haciendo? Ahí es donde entra el terror de Hinton.
Y ojo, Hinton no está solo en esta preocupación. Otros grandes nombres de la tecnología han advertido del peligro que implica un desarrollo descontrolado. Pero claro, las alarmas de Hinton suenan más fuerte, porque él estuvo ahí desde el principio. Es como si Frankenstein nos advirtiera sobre su monstruo, y la humanidad siguiera empujando el límite, ciega y decidida a ver hasta dónde puede llegar.
Sin embargo, lo que propone Hinton es más de sentido común que de ciencia ficción: urge una regulación global de la IA, porque lo que está en juego no es un simple gadget más, sino la misma estabilidad de la sociedad. La competencia desenfrenada entre gigantes tecnológicos, sin reglas claras, es como ver a niños jugando con fuego y, tarde o temprano, alguien va a salir quemado.
